Retomando el artículo anterior, vale la pena profundizar en la actitud personal, algo que sí esta en nuestras manos siempre, tanto en momentos difíciles de incertidumbre y cambio como en momentos “estables” en los que, arrastrados por nuestra actividad diaria, cotidiana, ni siquiera se nos ocurre “parar” y pensar con qué actitud vamos por la vida.
En nuestras relaciones en el trabajo, en nuestra vida
familiar, con nuestras aficiones o con la falta de ellas, puede que al leer
esto tus pensamientos sean:
“si claro, actitud positiva, como si fuera tan fácil”
“si tu supieras lo que tengo que aguantar cada día …”
“con lo que estoy viviendo…háblame de pensamiento positivo”
Y también puede ser que hayas experimentado que el levantarse
por la mañana pensando: “¿qué quiero vivir hoy?”, te lleve a respirar
profundamente y, sin querer, a esbozar una sonrisa.
Escoger nuestra actitud, sí depende de nosotros. Es una
decisión personal que nos ayuda a afrontar las situaciones que estemos pasando,
o que nos entrena y nos prepara para lo que no sabemos que nos va a pasar.
Esa actitud puede ser de confianza en nosotros mismos, en los demás, o una actitud de recelo
y desconfianza. Depende de lo que escojamos, vamos a obtener unos resultados u
otros.
“Confía en ti mismo,
en tu cerebro, en tu cuerpo y en tus emociones, que están perfectamente
preparadas para superar las dificultades”.
La confianza te ayuda a atreverte, a vencer el miedo, te da
apoyo y seguridad para seguir adelante.
Hemos de tratar de escoger una actitud optimista, de entrenar nuestro optimismo: “saldremos de ésta”. Porque
nuestras percepciones de la realidad son subjetivas. Hay tantas realidades como
observadores, y podemos aprender a percibir dichas realidades desde otro ángulo,
para abrirnos a nuevas opciones que nos puedan ser más beneficiosas para salir
adelante.
Tener una actitud de explorar
nuevas cosas, de entereza, de elegir qué queremos pensar, qué queremos
sentir, pese a lo que ocurra ahí fuera:
No hay comentarios:
Publicar un comentario